Palabras con cicatrices

Mensajes nacidos del dolor y la esperanza

 

Isaías, el santo que se sintió impuro

«¡Esta es mi muerte! Porque soy un pecador de boca impura, miembro de una raza pecadora, de inmunda boca, y sin embargo he mirado al Rey, al Señor Todopoderoso». Isaías 6.5 NBV

 

Un profeta aristócrata y cortesano en un tiempo de alianzas y guerras

Visión que recibió Isaías, hijo de Amoz… Isaías 1.1 NVI

 

Cuando el rey Ezequías escuchó esto, se rasgó las vestiduras, se vistió de luto y fue al Templo del Señor. Además, envió a Eliaquín, administrador del palacio, al cronista Sebna y a los sacerdotes más ancianos, todos vestidos de luto, para hablar con el profeta Isaías, hijo de Amoz. Isaías 37.1-2 NVI

 

Entonces Ahaz envió unos mensajeros a Tiglat-piléser, rey de Asiria, para que le dijeran de su parte: «Este servidor tuyo es como un hijo tuyo. Por lo tanto, ven y líbrame del rey de Siria y del rey de Israel, que me están atacando.» 2Reyes 16.7 DHH

 

Así que el Señor dice: «Este pueblo dice que me pertenece; me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mí. Y la adoración que me dirige no es más que reglas humanas, aprendidas de memoria. Isaías 29.13 NTV

 

Cuando tu seguridad se desvanece

El año en que murió el rey Uzías, vi al Señor sentado en un majestuoso trono, y el borde de su manto llenaba el templo. Lo asistían poderosos serafines, cada uno tenía seis alas. Con dos alas se cubrían el rostro, con dos se cubrían los pies y con dos volaban. Se decían unos a otros: «¡Santo, santo, santo es el Señor de los Ejércitos Celestiales! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!». Sus voces sacudían el templo hasta los cimientos, y todo el edificio estaba lleno de humo. Entonces dije: «¡Todo se ha acabado para mí! Estoy condenado, porque soy un pecador. Tengo labios impuros, y vivo en medio de un pueblo de labios impuros; sin embargo, he visto al Rey, el Señor de los Ejércitos Celestiales». Isaías 6.1-5 NTV

 

Palabras que pueden herir

Escuchen al Señor, líderes de «Sodoma». Escuchen la ley de nuestro Dios, pueblo de «Gomorra». «¿Qué les hace pensar que yo deseo sus sacrificios? —dice el Señor—. Estoy harto de sus ofrendas quemadas de carneros y de la grasa del ganado engordado… Cuando vienen a adorarme, ¿quién les pidió que desfilaran por mis atrios con toda esa ceremonia? Dejen de traerme sus regalos sin sentido… ¡No quiero más de sus piadosas reuniones! Cuando levanten las manos para orar, no miraré; aunque hagan muchas oraciones, no escucharé, porque tienen las manos cubiertas con la sangre de víctimas inocentes. ¡Lávense y queden limpios! Quiten sus pecados de mi vista… Aprendan a hacer el bien… Isaías 1.10-17

 

Palabras que sanan heridas

En los últimos días, el monte del templo del SEÑOR será la montaña más exaltada. Se levantará sobre todos los montes, y los rostros de la gente brillarán de alegría… Porque de Sion saldrá la enseñanza y de Jerusalén el mensaje del SEÑOR… Convertirán sus espadas en arados y sus lanzas en hoces. Ninguna nación levantará espada contra otra, y ya nadie se preparará para la guerra. Ven, familia de Jacob, andemos en la luz del SEÑOR. Isaías 2.2-5 PDT

 

Porque un niño nos ha nacido, ¡un hijo nos ha sido concedido! Sobre sus hombros llevará el principado, y su nombre será «Consejero admirable», «Dios fuerte», «Padre Eterno» y «Príncipe de paz». La extensión de su imperio y la paz en él no tendrán límite. Reinará sobre el trono de David y sobre su reino, y lo afirmará y confirmará en la justicia y el derecho, desde ahora y para siempre. Isaías 9.6-7 RVC